Comentaba alguien en la prensa de hoy acerca de su viaje a Ucrania. El articulista se manifestaba sorprendido por los milagros de esta economía en desarrollo, llena de malls subterráneos y prístinas estatuas. Las estatuas herencia de la dictadura del proletariado relucen brillantes mientras a su lado los Porches y los Mercedes compiten por el trono tuerca. Sin embargo, prosigue, se asombra porque cerca de los parques de la hermosa ciudad, los menos glamorosos de Kiev, los mendigos y los ancianos, sin querer queriendo nos hacen recordar que en algún minuto de la historia vivimos en dialéctica y que un modelo de vida, una forma de pensar el mundo, ganó definitivamente. En ese entierro, se fueron sin duda los malvados dictadores y su culto a la personalidad, y la opresión y las violaciones a los derechos humanos. También algunos deberes estatales nada de despreciables, como llenar el estómago de quienes, ahora rezagados, en Kiev o Santiago, malabaristas o Hans Pozo´s, se resisten a comenzar de nuevo.
Oh, nuestra noble economía "social" de mercado, que más que un imperativo constitucional parece estar a merced de la buena voluntad de los gobernantes de turno, ¡oh pequeño malabarista sedúceme again con tus piruetas retorcidas!