miércoles, enero 2

El periodismo era más pretigioso cuando tenía menos apariencias. Don Julio Martìnez tomaba café por las mañanas en el Paseo Huérfanos, lugar donde la charla diaria de lo que fuera era sagrada. Hoy muchos más se han ido de ahí, buscando lo cool y lo inmediato.
Mi padre me planteaba hoy que el periodismo siendo un oficio noble, había dejado de serlo desde que se había sobreestimado o perdido con ciertos payasos vestidos de reporteros, cronistas y analistas. Supongo que ese fue el gran mérito de don Julio: nunca quiso ser más de lo que fue. Era un simple (brillante) orador de clase media, subrogando los discursos del tío medio curado de los días domingo, del mismo padre, de uno mismo. No era amante de la estrategia, injustamente trató de ser desterrado de la historia por aquellos que proclamaban a un nuevo Chile fundacional en lo deportivo fuera de triunfos morales.
Supongo que Julito era de derecha. Haga sus cálculos tan sólo. No faltara el "progre" quien lo despreciará sonrojante por este lapsus, ese "progre" que pasa altivo con sus libros Altamira rumbo a algún sucucho de moda.
Que importa la pizarra, amargos! Que importa tanta tontera, si hubo un día en el cual ya no pudimos ir más a la galera por miedo a salir trasquilados.

Tanto mi padre como yo solemos parar en la calle a los próceres. Estando hace pocos años en una galería de Bandera con Huérfanos, la figura cabisbaja y vetusta del maestro fue detenida por mi padre, quien pensando acertadamente que se encontraba frente a un momento histórico, le dio las gracias. El admirador había cerrado un círculo. Bien se dice que cuando se agradece ya nada se debe y finalmente podemos seguir tranquilos.

¡Chao y gracias por habernos llevado al estadio por tantos años!
 
Escrito por Rodrigo Mora at 8:51 a. m. | 4 comments