martes, octubre 31
Reductiva -quien habla en tercera persona como Caszely- no había escrito nada de nada últimamente pues estaba en viaje de negocios por diversos barrios de la capital. Mis disculpas.
Últimamente la política ha estado muy fome, pues ha vuelto a su raíz última: la desconfianza hacia las autoridades. La verdad es que con tanto robo y tanta excusa que va y que viene no se puede esperar otra cosa.
Lo peor II: Bachelet parece más pauteada que nunca y sus ministros no parecen lo asertivos - palabra sacada de una psicoterapia - que deberían. Foxley con el oro-tata-gate y Velasco haciendo entender con su acento Harvard que "estamos creciendo", Lagos Weber que incluso ha sido nominado para candidato a la Presidencia (?).
En mis disquicisiones (que están cada día más fomes) concluyo que nos hace falta "ánimo público", se han dado cuenta supongo, hablo de ese misterioso halo de poder que hace que la gente se le sobrecojan los pelos cuando ve una banda presidencial ponerse sobre la solapa de él o ella.
Recuerdo que cuando pequeño (esto es algo que puede explicar muchas cosas) todos los niños del jardín infantil al que asistía admirábamos a Pinochet y su estampa de vampiro tipo Blade. Ese era un ritual hermoso, tal como Kundera en la "Insoportable Levedad..." habla de cierta nostalgia hacia el horror de Hitler. No había mucha diferencia entre cualquier mono manga que daban en el programa de Roberto Nicolini y la fotografía ahora siniestra del tata-colores. Entrábamos con un par de pequeñitos - antes de que alguien me hablara de política- y nos sentábamos a contemplar la figura del viejo. Ahí nos sentíamos importantes, nos sentábamos en la silla mecedora del tío Hernán y después nos íbamos al patio a jugar (juegos que nunca dominé ...hasta hoy, gracias). ¿¡queríamos ser como Pinochet!?
La cosa es que los hálitos de poder, los métodos y los ritos más propios de un mago que de un tecnócrata son eficientes. Así como las salidas arrogantes de don Ricardo (quien camina como estatua por la vida) y el eterno bonachón de Aylwin, si Bachelet quiere sortear los escándalos con gracia debe hacer sentir que el poder viene de lo alto. Por lo demás así lo hacen todos los jefes ¿o no?. Así sufrimos el embate del paqueo desde el auxiliar hasta el director de empresa.
Haciendo trapear de vez en cuando el piso y darse cuenta que cuando alguien es jefe en el servicio público, como en Chilesports, nadie se puede hacer el weón refunfuñando acerca de
sus pruebas de la blancuras. Cortar y dar las gracias es una señal de mantener las riendas en cualquier parte de Occidente.

Reductiva es más.
 
Escrito por Rodrigo Mora at 5:19 p. m. | 5 comments